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EL SENTIDO DE LA VIDA – RAQUEL ÁLVAREZ OCIO

El sentido de la Vida

¿Cuál es el sentido de la vida? ¿Tiene algún sentido? ¿Qué hago aquí? ¿Hacia dónde voy? ¿Qué me hace feliz? ¿Cuál es el camino correcto?

Estás son preguntas que aparecen a veces a lo largo del tiempo, y nos empujan a revisar y replantear nuestra existencia.

Tal vez las respuestas cambien a lo largo del tiempo. Pero siempre merece la pena detenerse a contestarlas. Sea cual sea la respuesta, nos acerca a la verdad. Y saber la verdad propia es imprescindible para vivir una vida con sentido.

Aquí te comparto mi respuesta…

El sentido de la vida. Para mi. Hoy.

Estar presente. Osea, aquí.

Poner la atención en lo que está aconteciendo. Sea lo que sea. Adentro y afuera de mí.

Asentir a lo que es, escuchar la verdad, observar lo real. En lugar de correr en dirección contraria, con una venda en los ojos.

Ser sensible a mi cuerpo y a mis emociones. Escuchar mi intuición.

Aprender a amar bien y sostener el amor, en la forma que tenga, aprender a comunicarlo y a vivirlo creativamente.

Nunca pensar que ya sé todo, conservar la mente de aprendiz.

Dar cauce a la creatividad. Solo por placer. Rescatar la espontaneidad e inocencia que quedaron enterradas en la niñez, para volver a jugar, cada día.

Tener presentes ciertas verdades universales, como que todo cambia, que todo está interrelacionado, y que nada existe por sí mismo.

Ser consciente del dolor y del sufrimiento humano. Empezando por el mío propio. No negarlo. Tener en cuenta que muchas de las acciones humanas son motivadas por él.

Distinguir el personaje de la amplia existencia que soy, que somos. Auto – observarlo y tratar de conocer sus recovecos para abrir las ventanas. Sacar la cabeza por la ventana. Hasta que no haya cabeza ni ventana.

Cultivar aquello que me acerca a la integridad (ser entera). Y evitar lo que me aleja.

Abandonar la idea de ser perfecta para ser simplemente yo misma.

Sentir todas las emociones, sin censura y sin juicio. Saber estar conmigo con lo que me pasa. Ser mi propia mamá. Estar, quedarme, escucharme. Y dejar de pedirle al mundo que me amamante.

Encontrar mi propia dirección y mi propio ritmo. Inventar mi mapa. Ser mi propio papá. Y dejar de pedirle al mundo que me diga lo que tengo que hacer.

Averiguar cómo lleno el vacío, de que forma particular he aprendido a evitar sentirlo.

Es sentir el éxtasis de tener, aunque solo sea por un momento, el corazón abierto y amar la existencia sin resistencias.

Pero también aceptar el no aceptar, acoger mi corazón también si está cerrado, no pedirle que sienta lo que no siente. Ni que deje de sentir lo que siente.

Y aprender a estar en el vacío y en el silencio. Así como en el ruido y el caos. Comprendiendo que todo es la misma cosa. Y yo también.

Raquel Álvarez Ocio – Colaboradora del Centro de Inmaculada Vallina – Desarrollo Personal

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